Bandeja de salida
Jinks: "Necesitaremos de mucha paciencia de los convencionales que quieren hacer la pega"
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
Esta semana, Jeff Bezos dejó de ser formalmente el CEO de Amazon. Si hablamos de valor creado para los accionistas, la historia de la compañía fundada en un garaje por Bezos (no podía ser en otro lugar) es realmente extraordinaria. Para dimensionarlo basta hacer el doloroso ejercicio de calcular cuánto tendríamos si hubiésemos invertido diez mil dólares en el IPO de Amazon el año 1997.
¿Está usted preparado? Bueno, la cifra es aproximadamente 19 millones de dólares. Realmente increíble. Es cierto que tener la disciplina para haber mantenido la acción durante todos estos años no era tarea fácil, como muestra un botón: después de la debacle de las punto com, Amazon demoró ocho años en recuperar el precio previo al estallido de la burbuja. El valor de la paciencia. Por algo los gringos dicen que cuando uno encuentra una buena compañía, la mejor filosofía de inversión es sentarse sobre las manos.
Bezos desarrolló una empresa llena de opcionalidades. En sus primeros años el mercado analizaba a Amazon como un retailer de libros que golpeaba a las librerías tradicionales, y mientras tanto se construía este monstruo de mil brazos que fue capaz de vender casi cualquier producto en casi cualquier parte del mundo con una eficacia difícil de sorprender.
La compañía ha derivado a otros rubros como los servicios en la nube, el streaming y producción de contenido de entretención y la entrada al mundo de los supermercados. Hoy la pesadilla de cualquier empresa es que Amazon anuncie que va a entrar a competir en su sector. Las acciones inmediatamente caen, pues al frente tendrán un formidable competidor. Acaba de pasar en el rubro de la telemedicina, donde Amazon ha ido mostrando cada vez mayor interés.
Según el propio Bezos, el éxito de la compañía ha estado basado en tres máximas: poner al cliente primero, desarrollar una verdadera cultura de innovación, y la paciencia. El poner al cliente al centro del accionar cotidiano de la compañía es una frase casi manida a esta altura en el mundo empresarial, pero llevarla a cabo realmente implica una cultura empresarial que es muy difícil de lograr. Es cosa de ver las tremendas dificultades que han tenido buenas empresas locales para enfrentar el desafío de una demanda creciente de comercio online: pasan y pasan los meses, invierten cifras enormes en tecnología y los problemas permanecen.
Otro lugar donde parece no haber mayor preocupación por el “cliente” es en nuestra recién iniciada Convención Constituyente. Las distintas fuerzas presentes tienen su agenda propia y el ciudadano común ve este espectáculo donde, si bien son los primeros días, nadie parece muy preocupado de enfocarse en el trabajo para el cual fueron mandatados. Lo que parece primar es la cultura de los símbolos y el espectáculo. Tal como recomienda Jeff, necesitaremos de mucha paciencia de los convencionales que quieren hacer la pega y más aún de los ciudadanos que observamos cómo el futuro del país está en juego.